23 feb 2011

Cuento de Hadas

Cuando te vas, te llevas mi alma contigo.
Cuando te vas, se oscurece el Sol y parece que deja de brillar
Cuando te vas, caen lágrimas por mis mejillas
Cuando te vas, me tortura tu recuerdo de un pasado feliz
Cuando te vas, el vivir pierde sentido
Cuando te vas, me siento vacio
Cuando te vas, es como romperme por dentro
Cuando te vas, me veo inmerso en la oscuridad

Entonces llegas tú a mi vida, esa princesa de cuento que todos esperaban encontrar, pero que a la vez sabíamos imposible conseguir.
Entonces llegas tú a mi vida, y me devuelves el alma con un roce de tus labios
Entonces llegas tú a mi vida y haces que el Sol brille más y más en el cielo
Entonces llegas tú a mi vida y puedo acariciar tus mejillas sonrosadas
Entonces llegas tú a mi vida y vivo con la esperanza de una eternidad a tu lado
Entonces llegas tú a mi vida y todo me hace sonreír
Entonces llegas tú a mi vida y me llenas de felicidad por dentro
Entonces llegas tú a mi vida y reparas mi corazón
Entonces llegas tú a mi vida y me ofreces tu mano para salir a la luz

Entonces llegas tú a mi vida y…te vas…

3 feb 2011

El tren de las cinco

16.55. Mi larga caminata tambaleante me ha traído a este viejo puente oxidado y abatido por la inclemencia de la meteorología y el tiempo. Cruje debido a los azotes del viento y la lluvia empapa mi ropa y el puente por igual. Empiezo a caminar lentamente arrastrando los pies intentando mantenerme en pie. Tengo la camisa por fuera, rasgada, el pantalón manchado, el cuello de la camisa desdoblado, y la corbata perdida. Mi semblante es oscuro y mi mirada está perdida, como hundida en un punto invisible del horizonte, aunque en realidad miro a mi interior, lo que nadie jamás ha visto. No me molesto en cerrar la boca, la cual dejo entreabierta.

16.56. Las gotas de lluvia se entremezclan con las lágrimas que descienden por mis mejillas entremezclando el brillo de la vida con las sombras demacradas de la muerte en vida. Mis pies se arrastran con dificultad por el suelo mojado cual arrastrando cadenas tan invisibles como irreales para la mayoría. Pero son reales y pesadas como el peso de la tristeza y el desánimo. Doy un trago a la botella que cuelga entre mis dedos y sigo arrastrando pies encadenados.

16.57. De repente las piernas me fallan. Caigo al suelo, pero no me molesto en intentar detener el golpe con los brazos. La botella se fragmenta en mil pedazos, muchos de los cuales impactan contra mi cara, que acto seguido golpea el suelo con fuerza. Oigo un crujido a la vez que siento un dolor punzante en la nariz y un líquido caliente descender por mi cara. Los charcos del suelo se tiñen de rojo y mis lágrimas se tornan carmesí. ¿Dolor? Comparado con el que siento en mi corazón no.

16.58. Me levanto tambaleante y sigo mi marcha hasta llegar a la mitad del puente. En mi boca, un sabor a oxido y a sal. Los labios de arden, la visión se torna borrosa y mis piernas parecen no poder aguantar mi peso. Cada vez las cadenas son más pesadas. Me acosa el recuerdo de su cara ensangrentada, su mano fría, sus parpados caídos, su corazón… sus últimas palabras, pronunciando mi nombre casi sin aliento. Maldigo mi existencia una y otra vez por lo que hice esa noche.

16.59. Me apoyo en uno de los pilares del puente. Tomo aire y con dificultad me encaramo a la barandilla del mismo. El viento golpea mi cara y me hace abrir los ojos. Golpean las lágrimas la lluvia y mi sangre. Su sangre clama desde la tierra contra mí. No tenía que habérmela llevado. No tenía que haber salido con ella aquella noche. No tenía que haber cogido aquella carretera… no tenía que haber entrado en su vida. Ella no me tenía que haber conocido. Hubiese conocido a otro chico mejor, uno que no hubiese puesto en peligro su vida. Pero todo eso ya da igual. De repente oigo un silbato, el viento deja de golpearme y me acaricia. Las nubes se abren para dejar pasar un rayo de sol que ilumina mi cara. Poco a poco el dolor desaparece. Una sonrisa pícara ilumina mi cara. Doy un paso hacia delante. Vuelvo a oír el silbato. Parece como si el tiempo pasase mucho más lento. Dos gotas de sangre caen lentamente desde mi cara hasta las vías del tren. Oigo como salpican los oxidados raíles. Levanto la cabeza, cierro los ojos y vuelvo a sonreir. Doy otro pequeño paso al frente.

17.00 Salto.