16 nov 2010

Our Heart-4ª Parte



- ¡NO LA TOQUE!- le grité a un hombre cuando vi que se acercaba a ella. Posiblemente no me entendió, pero mi cara de angustia y desesperación lo dijo todo. Me acerqué a ella y estaba inconsciente, no sabía qué hacer, estaba desesperado. Me quedé allí arrodillado, esperando que despertase. El hombre que había intentado ayudarla me dijo que era médico o eso pude entender. Yo asentí ya que no fui capaz de articular palabra alguna, conteniendo las lágrimas mientras no me separaba de ella.

El hombre le tomo el pulso, le limpió la herida de la cabeza e hizo un par de llamadas. En dos minutos entraron por la puerta los paramédicos, que la subieron a una camilla y la metieron en la ambulancia. Me negué a separarme de ella así que no tuvieron más opción que dejarme ir con ella en la ambulancia.
Cuando nos subimos en la ambulancia, los paramédicos empezaron a sacar tubos y utensilios que no tenía ni idea de para que servían. La entubaron y le tomaron una vía. No tenía ni idea de para que hacían todo eso, pero me parecía exagerado para un simple golpe. Cada vez estaba más nervioso, hasta que no me aguanté. No soportaba ver a Estefi así y no poder hacer nada. Una lágrima rodó por mi mejilla

Al fin llegamos al hospital. Sacaron a Estefi de la ambulancia y los seguí. Pero pronto me cortaron el paso al intentar cruzar con ellos la puerta de una pequeña sala. Estefi había cruzado la puerta y yo no sabía nada de ella. Y no me gustaba, apenas podía contener las lágrimas, y me quedé de pie delante de esa puerta, como un ser sin vida esperando que alguien saliese a informarme que pasaba con Estefi por lo que a mí me parecieron horas.

“Yo también quiero que me des un corazón” es lo primero que me dijo cuando nos conocimos  hacía cuatro meses. Todavía recuerdo aquel primer día, aquella mirada que me dejo helado, aquella tez al cálido Sol de finales de Julio. Habíamos coincidido en un viaje a Valencia pero apenas hablamos los dos primeros días. Al tercer día, estaba jugando con el aro del tapón de una botella, he hice un corazón con él, y ella estaba delante, aquella chica que me había impactado desde el primer momento en que la vi, y que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Pero daba igual, ella tampoco sabía mi nombre. No sé lo que estaba pasando por su mente en el momento que me pidió un corazón, pero cogí el aro de plástico y se lo entregué con una sonrisa. Se lo entregué delante de todo el mundo, lo que causó que se ruborizase. Yo no me había dado cuenta de que todos nos estaban mirando, para mí ahora solo existía ella. Aquella chica de nombre desconocido que estaba delante de mí con un pequeño corazón en las manos y la cara ruborizada y su pequeña sonrisa en sus labios.

-¿Alexander?- llamó una voz que me sacó de mis recuerdos. Levanté la cabeza dejando a la vista mi cara demacrada por la tristeza y preocupación.
-¿Sí?- contesté.

-Venía usted con la señorita Estefanía Tranchina ¿Cierto?
- ¡Sí! ¿Qué le pasa, como está? ¿El golpe que se dio fue muy grave?
- El golpe de la cabeza no ha causado daño alguno en la paciente. Pero la causa de su desmayo fue un fallo cardiaco. La paciente presenta una cardiopatía congénita. Actualmente está estable pero no podemos asegurar nada hasta que no terminemos de hacerle las pruebas.

El alma se me cayó a los pies. No era un golpe.  Su corazón fallaba. Las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas mientras volvía a mi asiento, y le imploraba a Dios por el bien de Estefi. Si su corazón fallaba, todo fallaba. ¿Por qué pasaba esto? ¿Por qué justo ahora? No podía imaginar un mundo en el que Estefi no existiese. Yo sin ella no podía vivir. Era parte de mí. Si esa parte de mi moría, yo moriría con ella.

“¿Qué te parece si quedamos un día?”.

“Claro, pasaremos un buen rato”.  Respondí intentado ser casual, pero me moría de ganas de volver a verla. Una semana después de volver de Valencia, quedamos para tomar algo en una cafetería. Aquella tarde estaba preciosa, me enamoró. Todo lo que había sentido, ese cosquilleo, esa sonrisa que hacía sin darme cuenta cada vez que la veía… Todas esas pequeñas cosas de repente tomaron forma y se condensaron en una pequeña palabra de cuatro letras, “Amor”.  Me di cuenta en ese momento de que ella era la mujer de mi vida, y que no iba a dejarla marchar. Por suerte para mí ella tampoco parecía querer hacerlo. Por fin la vida se portaba bien conmigo. Aquella tarde hablamos de cosas triviales: la carrera, los amigos, el viaje, los planes de futuro. Pero, mientras nuestras bocas decían incoherencias, nuestros ojos decían otra cosa. Esos preciosos ojos marrones me consumían el alma, me ahogaba en ellos, parecían decirme “Te amo”. No paraba de mirarle a los ojos mientras mi boca balbuceaba cosas sin sentido, mi cerebro estaba demasiado ocupado en la imagen de aquel ángel que estaba a mi lado como para ocuparse del habla.

Después de salir de aquella cafetería fuimos a un parque. Por el camino encontré una floristería y quería comprar una rosa. Lamentablemente solo tenían lirios. Las rosas se habían agotado. Así que le pedí un lirio a la dependienta y se lo regalé a Estefi.

“¡Los lirios son mis flores favoritas!” dijo abrazándome, tras lo cual se separó rápidamente ruborizada

- Alexander, venga un momento- el doctor había vuelto con noticias después de segundos, minutos u horas, quizás días. No podría decir cuánto tiempo.- Ya tenemos los resultados de las pruebas. Hemos encontrado tejido cardiaco necrosado en la paciente. Esto significa que su corazón se está muriendo. Es decir, poco a poco, el corazón dejará de latir y de bombear sang…

- ¡NO! ¡NO PUEDE SER! ¿NO PUEDEN HACER NADA?- mi cuerpo entero temblaba, no sabía qué hacer. Parecía que era mi corazón el que iba a dejar de latir. No podía ser. Gritaba de dolor y de impotencia. Mi garganta se rasgaba, mientras por mis mejillas rodaban lágrimas-¿NO PUEDEN HACER NADA PARA DETENER LA NECROSIS?
- Lo siento muchísimo. La única opción de salvarla sería realizar un trasplante de miocardio.
- ¿Y A QUÉ ESPERA? ¡HÁGALO!
- Comprendo que es difícil para usted, pero no disponemos de ningún órgano apto para el trasplante. No existe histocompatibilidad entre el donante y la paciente. Sin el trasplante, a la paciente le quedan unas 24 horas de vida

Toda la rabia y los gritos desaparecieron. De repente, empecé a encoger. La habitación se hizo inmensa, el corazón me dejó de latir. Los pulmones dejaron de darme aliento. Mis piernas no me sostuvieron. Caí de rodillas en el suelo. Mis brazos colgaban inertes, era incapaz de moverlos. La cabeza me cayó hacía delante. Los ojos se quedaron mirando al suelo, que parecía alejarse. De repente me encontré rodeado de oscuridad. Intente tomar aliento pero no pude…Las lagrimas rodaron por mis mejillas y el llanto y la tristeza se apoderaron de mi. Mi rostro estaba apagado, con una mueca de dolor y angustia inconsolable…

Después de darle el lirio llegamos al parque. El Sol se estaba poniendo, y nos sentamos en el césped a ver el ocaso. Yo no hacía más que mirarla a ella de reojo, y por lo visto ella a mí también ya que cruzamos más de una mirada, pero ella giraba la cabeza rápidamente y se sonrojaba.

No se cuanto tiempo pasó después de que la oscuridad desapareció, aunque a mí me pareció una eternidad y las lágrimas seguían rodando por mis mejillas… De repente mis piernas me volvieron a responder y me puse de pie. Mi rostro desfigurado por el dolor ahora no mostraba ninguna expresión, y mis ojos antes verdes, ahora estaban apagados y parecían haber tomado una tonalidad gris.

“¿Sabes qué?- le dije- eres una de las personas más especiales que he conocido en mi vida, nunca me había sentido tan…tan… no sé, tan bien en compañía de alguien. En serio. ¡Siempre sabes sacarme una sonrisa!

Avance hacia delante recordando aquella tarde, y entre en la sala donde se encontraba Estefi, apenas pude reconocerla entre tantos tubos y cables que la mantenía con vida. Vi su cara. Y parecía estar plácidamente dormida.  Me acerqué y me senté a su lado, observándola. El sonido del electrocardiógrafo parecía ser cada vez más lento, como si su corazón se estuviese agotando

“Y tú siempre consigues sonrojarme, seguro que estoy roja como un tomate”- respondió avergonzada

Me quedé allí un buen rato. En la mesa de al lado de la cama había un lápiz y un papel. Empecé a escribir y lo deje en la mesilla junto a una pequeña caja:
- Todo saldrá bien, no te preocupes, yo me encargaré personalmente.- le dije mientras le sostenía la mano, aunque sabía que no me escuchaba.

“Estás preciosa…” me acerqué a ella y le dije “Te quiero” Y entonces nos besamos, puse mi mano sobre su cintura y ella las suyas sobre mi cuello. Sus labios… Sus labios eran tan dulces como las nubes blancas de un cielo azul eléctrico. Eran como el agua cristalina de un pequeño arroyo. Eran como un fuego inextinguible. Me quemaban el alma. Eran como una tarde fresca de otoño, refrescaban y revivían mi alma abatida. Hacía que me sintiese vivo de nuevo, hacían que me sintiese débil, hacían que me sintiese atrapado por ellos.
Estefi se separó de mí suavemente, me rozó los labios de nuevo y nos quedamos mirándonos fijamente. Entonces de repente levanto ligeramente su mano y la puso entre nosotros. La manga de su blusa cayó dejando al descubierto una pulsera con un aro de plástico en forma de corazón”

Levanté ligeramente su mano, y descubrí en su muñeca, una pulsera con un aro de plástico en forma de corazón: el corazón que le había regalado, nuestro corazón.

“El corazón que me regalaste” dijo con una sonrisa “nuestro corazón.”
“Nuestro corazón” admití. Levante mi mano y entrelazamos nuestros dedos. Entonces me volvió a besar, en el momento que el Sol terminaba de ponerse.

Le solté la mano. Le besé en la frente. Y me dirigí hacia la puerta. Me di la vuelta para verla por última vez:

-Nuestro corazón….

2 comentarios:

  1. Sé que me has dicho eso para que te comente (no digas que no) y te comento ...me gustó y me sigue gustando mucho la historia , me estremeció mucho u.u aish

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