14 nov 2013

Beast

"¿Por qué asesinaste a Marc LeFevre?"
"Tenía sed" dije levantando la cabeza y clavando mi mirada en aquel inocente humano. Como de costumbre vi su vida escapándosele de entre los dedos, el miedo en sus ojos. Podía escuchar el latido de su corazón acelerar. El mismo sonido que había escuchado cientos de veces. Siempre aceleran innecesariamente. Cuando todo acaba siempre dejan de latir y se deslizan en el frío silencio. El pobre estaba paralizado. Fue como si pudiese leer mis pensamientos, pues se quedo sin aliento. En cuanto bajé la cabeza lo escuche tratar de encontrar la salida de aquella pequeña sala interrogatoria, no sin antes tropezar un par de veces.

Bueno otra vez estoy solo, encadenado a esta silla y encima tengo la cara llena de sangre. "Al menos puedo saciar algo de mi sed" pensé mientras me labia los labios para retirar parte de la sangre.
"¡No!... Yo no soy así... ¡Este no es quién soy!" dije en voz alta después de escupir la sangre
Una carcajada fría y lúgubre rasgó el silencio en mi mente "Claro que eres tú, no te mientas a ti mismo. Pero ahora estamos aquí atrapados... Todo porque piensas que puedes vivir como ellos... ser uno de ellos. Olvídate de tal insensatez... y vayámonos de aquí. ¿En serio vas a dejar que unas cadenas nos mantengan aquí retenido?
"Lo que sea con tal de mantenerte a raya. Ya has causado demasiado daño. Ni siquiera la muerte podría pagar por toda la sangre que has derramado"
"Derramar sangre es un desperdicio, prefiero beberla"
"Tienes razón... es mejor, mucho mejor. Y para ser sincero, estoy bastante sediento"
"¡Hora de divertirnos!" dijo la voz en mi cabeza.
"Así es" dije a medida que levantaba la cabeza y clavaba mi mirada en el espejo a la izquierda. Detrás del espejo...latidos... que se aceleraban a medida que rompía las cadenas que me ataban y me acercaba lentamente hacia ellos. En el espejo, me devuelve la mirada de un niño inocente, asustado, con la lagrimas en los ojos y corriendo por sus cara ensangrentada. Di un paso hacia atrás. El niño solo quería volver a su hogar. Los latidos se hacían cada vez más fuertes. Di otro paso hacia atras sin dejar de mirar a la imagen en el espejo. Agaché la cabeza.
"¡No hay ningún hogar al que volver!" Grité mientras corría hacia el espejo rompiendo la imagen del niño asustado en mil pedazos y acababa en una oficina llena de policías e interrogadores. Criaturas indefensas temblando de pavor inmovilizadas delante de mi. En sus ojos, el miedo a la muerte. La vida escapándose entre los dedos. Lamí una última gota de sangre de mis labios: "Breakfast time!"

Ya no hay más latidos, ya no tengo sed.

Continuará