4 oct 2010

Cita en la Morgue

Mi nombre es Gregory W Phelps y soy médico, especializado en medicina forense.
Todas las mañanas esa bendita luz me deslumbra hasta cegarme, escucho una voz suave y apacible que me penetra hasta el alma misma y hace que cada fibra de mi cuerpo se estremezca y empiece a temblar y percibo ese aroma a rosas que parte mi alma y embriaga mi mente transportándola a otra dimensión. Cada mañana me cruzo con ese ángel hecho mujer, o con esa mujer convertida en divinidad que dice casi cantando "Buenos días, vecino" con una sonrisa en la cara y me cautiva en su mirada que es como una cárcel teniendo esas preciosas pestañas por barrotes.
Siempre quedo embriagado por su simple presencia, y no puedo hacer más que responder con un cortés pero insuficiente "Hola,¿que tal?", esbozando en mi rostro la mueca más cercana a una sonrisa que puedo conseguir. Nunca tuve el valor de decirle "Un día podemos ir a tomar algo" o algo así... Pero hoy 04/10/2010 fue diferente. Al salir del edificio tras un amable "Hasta luego", ella fue hacia el paso de peatones para cruzar la avenida como de costumbre, y yo me quede observándola en vez de ir al coche para tomar mi dirección hacia la morgue como solía hacer. Entonces pensé, la invitaré a cenar, ambos tenemos la noche libre, no hay problema. Me acerqué con paso decidido. Ya estaba a tan solo dos metros de ella cuando su bolso se deslizo de entre sus dedos que lucían un precioso anillo con un pequeño diamante. Y cuando se agacho para recogerlo oí la bocina de un automóvil que se acercaba a una velocidad vertiginosa hacia la aun de cuclillas Jessi, cuya cara risueña se había convertido en una desfigurada mueca de terror, que aún esas circunstancias seguía fascinándome a causa de su hermosura. Me sobrepuse a mi mismo y corrí hacia ella tanto como mis piernas me lo podían permitir mientras mi garganta se desgarraba gritando su nombre. Logré asirla del brazo y tirar de ella hacia mí apartándola de la trayectoria del automóvil justo dos segundos antes de que este pasara. 
Unos pocos segundos más tarde me di cuenta de que ella estaba abrazada a mi, e hiperventilaba. Sobreponiéndome a mi mismo como pude y deshaciendo suavemente el abrazo que, inconscientemente yo también había hecho (aunque ella no quiso soltarme), revise su pulso, sus pupilas, y la lleve conmigo al hospital, se encontraba en estado de shock. Allí comprobé todas sus constantes vitales y constaté que se encontraba bien, aunque le recomendé que se quedase en casa y no fuese a trabajar. La llevé hasta su domicilio y le dije que descansará y no se preocupara de nada, que esta noche yo prepararía su cena. Ella casi impotente y aún superando lo que solo quedó en un susto, solo pudo resignarse y asentir levemente con la cabeza. Tras llevarla a su casa llamé a la morgue y expliqué la causa de mi ausencia.
Afortunadamente, la cita en mi casa sustituyo a lo que habría sido una "Cita en la Morgue"



Mi nombre es Gregory W Phelps y soy médico, especializado en medicina forense.


Todas las mañanas esa bendita luz me deslumbra hasta cegarme, escucho una voz suave y apacible que me penetra hasta el alma misma y hace que cada fibra de mi cuerpo se estremezca y empiece a temblar y percibo ese aroma a rosas que parte mi alma y embriaga mi mente transportándola a otra dimensión. Cada mañana me cruzo con ese ángel hecho mujer, o con esa mujer convertida en divinidad que dice casi cantando "Buenos días, vecino" con una sonrisa en la cara y me cautiva en su mirada que es como una cárcel teniendo esas preciosas pestañas por barrotes.
Siempre quedo embriagado por su simple presencia, y no puedo hacer más que responder con un cortés pero insuficiente "Hola,¿que tal?", esbozando en mi rostro la mueca más cercana a una sonrisa que puedo conseguir. Nunca tuve el valor de decirle "Un día podemos ir al coche para tomar algo" o algo así... Y hoy 04/10/2010 no fue diferente. Al salir del edificio tras un amable "Hasta luego", ella fue hacia el paso de peatones para cruzar la avenida como de costumbre, y yo me quede observándola en vez de tomar mi dirección hacia la morgue como solía hacer. Entonces pensé, la invitaré a cenar, ambos tenemos la noche libre, no hay problema. Tras dos segundos hice caso omiso a ese pensamiento, y cabizbajo fui hacia mi coche. Justo en el momento que me disponía a subir a mi coche, oí una bocina que sonaba de forma estridente. Me giré y descubrí lo siguiente: por un lado a Jessi acuclillada y paralizada en el paso de peatones con el bolso en la mano, y su cara, normalmente risueña se había convertido en una desfigurada mueca de terror, que aún en esas circunstancias seguía fascinándome a causa de su hermosura. Por otro lado un coche que se acercaba a ella a una velocidad vertiginosa. Me sobrepuse a mi mismo y corrí hacia ella tanto como mis piernas me lo podían permitir mientras mi garganta se desgarraba gritando su nombre. Sabía que era inútil ya que me encontraba a unos 50 metros de ella, pero aun así corrí sin apartar la mirada de ese ángel postrado en el asfalto. Mientras usaba todo el aire de mis pulmones en gritar su nombre, observe con lágrimas en los ojos, como su precioso y frágil cuerpo era golpeado por el coche y lanzado por los aires. El coche siguió su trayecto indiferente a lo que había sucedido. Yo corrí desesperado hacia su cuerpo inmóvil. Aún respiraba y tenía pulso, pero ambos eran muy débiles y perdía mucha sangre. Estaba claro que de dejarla así habría muerto en minutos. Si hubiese llamado una ambulancia solo hubiese servido para transportar su cuerpo sin vida. Así que me apresuré. Llamé al hospital y les dije que preparasen una sala de quirófano y varias bolsas de sangre 0 negativo. La subí a mi coche con ayuda de un hombre y juntos la llevamos al hospital. Durante el camino las lagrimas corrían por mis mejillas y me preguntaba una y otra vez porqué no había seguido ese impulso de ir tras ella y preguntarle si quería cenar conmigo. Si eso hubiese pasado, quizás la habría retenido y ese coche no habría arrollado su cuerpo. 
Cuando llegamos al hospital había todo un equipo esperándonos, pero ya no tenía pulso, así que aplicamos rápidamente un masaje cardíaco, el cual fue ineficaz. Probamos con el DESA o desfribilador, pero tampoco funcionó. Su cuerpo yacía sin vida en una sala del hospital, mientras mi corazón seguía compungido, y mi mente atormentada por la idea de que ella estaba muerta por mi culpa. Mi dolor es tan amargo e intenso, que ni la muerte me libraría de el. Ojala pudiera ser destruido en cuerpo y alma por esta aberración que he cometido.
Si solo hubiese escuchado a esa voz que me dijo invítala a cenar, si me hubiese olvidado por un momento del ruido del mundo, y hubiese hecho lo que sentí que debía hacer....Si hubiera hecho esto, ahora no tendría con ella una "Cita en la Morgue".

4 comentarios:

  1. en un principio pensé que te habias equivocado y habias copiado el relato dos veces..jaja
    da un poco de yuyu..pero me gusta..me gusta bastante..no como para votar "divertido"..porque no me divierte la tristeza del pobre hombre =S
    pido mas relatos!! =D
    (KKK)

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  2. (ese hombre soy yo...)
    No te preocupes tendrás más relatoos!!

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  3. OH! O.O
    Me encanta, gracias por matarme jaja :)
    Por msn te sigo alagando por el precioso texto que me has dedicado.
    Te quiero

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  4. eyy excelente relato , jum triste y algo de moraleja buenisimo¡¡¡¡¡

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