7 nov 2010

Our Heart-3ª Parte

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- ¡Alex! ¡Vamos!- me dijo Estefi mientras yo trataba de despejarme- ¡Vamos!- Me levanté, cogí las llaves del coche y bajé junto a ella hacia el aparcamiento. Cogimos el coche y estaba lloviendo, aparte de que se había hecho de noche y no se veía mucho. A los pocos minutos de salir ya nos encontrábamos en la carretera secundaria, y de repente vi acercarse hacia nosotros una luz. Escuché un claxon, y dos segundos después un estallido. Lo siguiente que oí fue un pitido agudo en mis oídos, un líquido caliente que descendía por el lateral de mi cabeza y un dolor agudo en mi pierna. La miré y observé que tenía clavado en el muslo una barra de metal.  Reprimí un grito de dolor, y mire hacia Estefi. Desearía no haberlo hecho ya que lo que descubrí me destrozó el alma. Estaba inconsciente y con su cara ensangrentada. Su bella tez ahora estaba salpicada de un líquido escarlata y su brazo no tenía una muy buena posición. Sus piernas estaban prácticamente aplastadas por la carrocería. La llame desesperadamente por su nombre mientras retorcía la pierna, lo que me causaba un dolor terrible, por intentar liberarla del metal.
De pronto abrí los ojos y me encontré tumbado en la cama con el cuerpo lleno de sudor y lagrimas en los ojos. Me levanté rápidamente tropezando con mis propios pies y fui a la habitación de Estefi para comprobar que se encontraba bien. Mi angustia desapareció al comprobar que estaba plácidamente dormida en su cama, con sus sonrosadas mejillas y una leve sonrisa en sus labios. Me quedé observándola un rato. No podía evitar que me hipnotizase de esa forma. Ya ni recordaba esa pesadilla. Al mirarla el mundo se redujo a ella. Tras unos minutos dejé la habitación. Fui al baño y tome una ducha, me afeité y me puse el traje que había traído.  Eran las cuatro de la tarde y había reservado una mesa para las seis en el restaurante más lujoso de la ciudad.
Cuando terminé descubrí que la persona más importante de mi vida seguía plácidamente  durmida en su cama. Me acerqué y le bese en la frente:
- Arriba dormilona- le susurré al oído.
- uhm… Hola- dijo con voz soñolienta, mientras se estiraba para besarme. Le devolví el beso con ternura. Mientras la besaba pase un brazo por debajo de sus hombros y el otro por debajo de las rodillas y la levanté de golpe:
-¡Alex!- exclamó sobresaltada mientras separaba sus labios de los míos.
- ¿Qué?- pregunté con un ceja encarnada y una sonrisa torcida- Era la única forma de levantarte. Se rió y me volvió a besar mientras sus brazos se enredaban en mi cuello, acariciándolo, que hacía que cada fibra de mi cuerpo se estremeciera.
- Princesa- die tras ese largo beso- Prepárate vamos.
- Primero tendrás que bajarme, ¿no?
-Cierto-admití mientras me sonreía. La bajé. Puso sus manos sobre mi pecho y me dijo “Te amo”. Se puso de puntillas y rozó mis labios con los suyos, tras lo cual se fue rápidamente al baño. Yo me quedé paralizado en la habitación y me limité a observar cómo iba casi danzando hacia el cuarto de baño.
Tenía bastante tiempo hasta que Estefi se preparase así que fui a probar aquellos sofás que me habían parecido tan cómodos al entrar. Me senté en uno y vi que había una mesilla con un cubo de Rubik. Hacía tiempo que no veía uno. No tenía nada que hacer, así que lo cogí y me propuse armarlo por una vez en la vida. Solo tardé unos minutos en averiguar la mecánica del rompecabezas y no me costó mucho armarlo. Lo monté y desmonté repetidas veces hasta hacerlo de forma casi automática, hundiéndome en mis pensamientos.
Pero por fin Estefi salió por fin sacándome de ese estupor en el que me encontraba. Aunque me hizo entrar en otro. Lo que vi me trasportó al cielo. Estefi estaba preciosa, radiante, espectacular. No se ha inventado adjetivo alguno que pueda describir a la mujer que tenía ante mis ojos. Llevaba un vestido de noche sencillo, modesto, sin muchas complicaciones. Aquella sencillez que emanaba era lo que la hacía tan especial y hermosa, y hacía que ser una divinidad pareciera fácil.
-Bueno ¿Qué te parece?- dijo con una enorme sonrisa en la cara y flexionando una pierna hacia atrás. Yo sacudí la cabeza y cerré la boca, que había abierto sin darme cuenta.
- No hay palabras para definir lo bella que estás- dije acercándome a ella. La tome por la cintura y la atraje hacia mí. Sus tacones de aguja de 10 cm, la situaban prácticamente a mi altura, cosa que no me gustaba ya que me encantaba que se pusiese de puntillas para besarme. Aún así nos miramos el uno al otro, a la misma altura, y nos fuimos acercando poco a poco, hasta prácticamente estar pegados. Ella levanto su mano y acarició suavemente mi rostro.
-Gracias – dijo con su pequeña sonrisa en los labios- gracias por estar siempre ahí Alex, y por haberme secuestrado- admitió sonronjada.
Bueno- admití con una carcajada-, reconozco que la forma en la que te recogí fue poco ortodoxa…Peor nada de lo que hago lo es.
-En eso tienes razón y por eso te quiero…- y me besó. Le devolví el beso y le trasmití todo el amor que sentía por ella en él. La amaba con todo mi corazón, alma, mente y fuerza. Ella se había convertido en parte de mí. Si ella no existiese yo tampoco podría exisitir.
-Well Princess!- dije separándome suavemente de ella- tenemos una reserva y no quiero perderla.
Estefi soltó un gritito, me volvió a besar y fuimos hacia la puerta. Bajamos hasta el parking y cogimos el coche. Ya era de noche y estaba algo oscuro. Puse la capota porque hacía algo de frío y empezaban a caer unas gotas. A los pocos minutos de salir ya nos encontrábamos en la carretera secundaria hacia nuestro destino. Esto ya lo había vivido y no me gustaba el final así que fui con sumo cuidado,  con el corazón en un puño, esperando no ver una luz dirigiéndose hacia nosotros. El sueño que había tenido había sido tan real y me había asustado de tal manera, que realmente creía que se podía hacer realidad, así que me repetí una y otra vez a mi mismo que solo había sido un sueño. Entonces Estefi me habló con esa preciosa melodía que tiene por voz:
- Alex… ¡Dime que vamos a hacer mañana!- dijo pícaramente con su preciosa sonrisa-. Está claro que si me has hecho vestirme así, y tenemos una reserva, como has dicho antes, vamos a un restaurante o algo así…
- Muy suspicaz- dije entre risas- A ver si eres capaz de adivinar lo que vamos a hacer mañana.
Necesitaba despejar mi mente y llegar lo antes posible al restaurante. Pero su preciosa voz, esa dulzura que emanaba con cada silaba me relajaban y me hacían pensar que todo iba bien. Así que poco a poco me fui relajando.
- Mmm. ¿Qué ponía en la lista de vestuario?- Por la mañana le había dado una lista en la que le decía el tipo de ropa que debía llevar, adecuado a cada actividad que realizásemos, y en la Suite el hotel se habían encargado de llenar el armario con varios modelos de cada tipo de ropa.
- Si no recuerdo mal ponía ropa casual, eso sí, abrigada.
- ¡AAAH!, ¡¿A dónde me vas a llevar mañana?!- me pregunto casi suplicando.
- Surprise baby!- dije con una sonrisa de satisfacción en la cara, mientras ella tenía un gesto de frustración.
Justo en ese momento llegamos al restaurante. Me baje del coche, y fui a abrirle la puerta a Estefi. Le ofrecí mi mano y le ayude a salir. Le facilité mis llaves al aparcacoches y fuimos cogidos del brazo hacia el interior. Al entrar le di mi nombre al amable caballero de la entrada, que nos acompañó hasta nuestra mesa, la número veintitrés. Nos sentamos e hicimos nuestro pedido.
- Alex, ahora vengo voy al servicio.
- No tardes, que ya te estoy echando de menos- admití guiñándole un ojo.
Se sonrojo, me dedico su sonrisa y se dio la vuelta. La observé mientras se alejaba. Yo con mi mano en el bolsillo, jugaba con la pequeña caja en la que se encontraba el anillo. Tenía que hacerlo bien, ya que esta noche no la iba a olvidar nunca.
“Bien los del restaurante no se han olvidado de poner los lirios” pensé. Mientras seguía repasando el guión mental en mi cabeza de lo que iba a ser la noche perfecta escuché el sonido de la porcelana rompiéndose y levanté la cabeza sobresaltado. Busqué el origen del ruido y vi a Estefi tirada en el suelo, con un hilo de sangre descendiendo por su cabeza e inmóvil en el suelo. Corrí hacia ella gritando su nombre y tirando un par de sillas a mi paso. El restaurante que se había quedado en silencio de repente se convirtió en un caos.  

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