29 nov 2010

Our Heart- Epílogo.

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6 semanas después
Me desperté y abrí los ojos lentamente mientras la vista se me aclaraba. Un pitido intermitente y constante golpeaba mis oídos. Mire hacia los lados con cierta dificultad. No tenía ni idea de que hora era ni que día era. Y tampoco tenía ni idea de lo que había hecho. Lo que percibí fue que me encontraba en una habitación de hospital. Me fijé en la mesilla de al lado de la cama. Me llamó la atención un sobre con mí nombre. Lo cogí, y empecé a leer la hoja de su interior:

Estefi:

Por fin te has despertado. Has tardado lo tuyo eh? Bueno, ahora mismo debes estar pensando que narices haces en el hospital… Y antes de que los médicos te enchufen  a tres mil aparatos para hacerte tres mil pruebas quiero explicarte lo que ha pasado.
¿Recuerdas que estábamos en el restaurante y saliste un momento? Bien, pues cuando volvías te desmayaste. Y bueno… Algo pasó con tu corazón… que no funcionaba bien. Te trajeron hasta aquí y te hicieron varias pruebas y descubrieron lo que pasaba. Tu corazón se estaba cansando de latir y poco a poco se estaba parando. Así que teníamos que buscarte un corazón nuevo, pero ninguno te servía. Sin un corazón para el trasplante, los médicos no podían hacer nada… Y yo no podía quedarme mirando como morías lentamente…

Al lado de la carta había una caja. Cógela y ábrela… La noche del restaurante te iba a dar ese anillo, y te iba a pedir que te casases conmigo… Me iba a poner de rodillas y te iba a pedir que fueses mi compañera por esta vida y por toda la eternidad, quería que lo nuestro  fuese para siempre… Quería que nada nos separase…

¿Te acuerdas aquella tarde de Julio en la que me pediste un corazón? Aquel arito de plástico que tienes en la muñeca. Míralo…No está ¿verdad? Ahora coloca la mano sobre tu pecho. ¿Sientes ese palpitar? ¿Sientes esa calidez que no habías sentido hasta ahora? Ahí tienes el corazón que me pediste... Ahora yo soy parte de ti, y tú eres parte de mí. Ahora estaremos juntos para siempre. Puede que no esté a tu lado físicamente como antes. Puede que mi cuerpo yazca sin vida, pero nada puede romper el amor que yo siento por ti, ni siquiera la muerte. Y si alguna vez quieres saber de mi, solo escucha tu corazón, porque yo siempre voy a estar a tu lado, voy a acompañarte y jamás dejaré que nada ni nadie te cause daño. Solo tienes que cerrar los ojos, parar un momento, dejar el mundo atrás y escuchar a tu corazón, sentir esa calidez. Allá donde tú vayas iré yo, allá donde tú estés estaré yo, e iré delante de ti, y seré tu retaguardia, y estaré en ti, junto a ti, para siempre, porque nada podrá separarnos.

Te amo

- Te amo.- Sobresaltada dejé caer el papel al suelo y busqué el origen de la voz. Al levantar la cabeza descubrí esos ojos verdes que tantas veces me habían cautivado, ese pelo revuelto, esos vaqueros gastados que siempre llevaba… Ahí estaba Alex, de pié apoyado sobre la pared con una camisa de botones abierta, que dejaba al descubierto su musculoso torso, y en el centro del mismo, una gran cicatriz, sobre la cual reposaba, colgando de una cadena de plata, un pequeño aro de plástico con forma de corazón.

Su cuerpo parecía emanar una luz diáfana y genuina, una paz suprema, parecía agua cristalina. Empezó a avanzar hacía mi. La calidez de mi pecho aumentaba conforme él se acercaba a mí. Al llegar a los pies de la cama, alargó su mano y rozó mis pies. Su toqué no fue físico, y aunque fue etéreo, era real. Parecía como si pudiese sentir el roce de la luz. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y la calidez de mi pecho aumentó considerablemente. Su toque siguió recorriendo mi pierna con suavidad. Yo alargué mi mano como pude para intentar rozar la suya. El se percató y lentamente acercó su mano a la mía. Su toque fue tan real, que lo pude sentir a mi lado tanto como si pudiese palparlo físicamente.

Con la otra mano siguió recorriendo mi cintura, mi brazo, mi cuello. Acarició mi cabello, mis mejillas. En ese momento sus ojos verdes estaban a tan solo 5 centímetros de mí, y esa luz y paz parecía absorberme. En su cara lucía una sonrisa de felicidad. Una de sus manos estaba entrelazada a la mía, y la otra, descendió hasta situarse en mi pecho, en el foco de esa calidez que se había convertido en fuego. Yo alargué mi mano hasta la cicatriz de su pecho y noté frío. Un frío tan grande como lo era el calor que yo sentía en mi pecho.

Sus labios buscaron los míos. Cerré los ojos y sentí el roce de unos labios incorpóreos, que parecían hechos de luz pura. En ese momento el fuego de mi pecho se convirtió en un incendio, todo mi cuerpo parecía estar rodeado de luz. Sentí como si la calidez de mi pecho buscase el lugar del que había del qué había salido. Alex se acercaba y se acercaba hasta que el punto frío de su cicatriz se sitúo en el punto de calidez de mi pecho.
De pronto esa luz pareció dejar de abrazarme y concentrarse poco a poco en mi pecho. Mi mano se cerró en el aire, una lágrima corrió por mi mejilla y mis labios esbozaron una sonrisa y casí en un susurro y como dirigiéndome a la luz que podía sentir dentro de mi dije:
- Nuestro corazón…         
                   

21 nov 2010

SUEÑOS VS REALIDAD

Los sueños son algo que nos transporta a un mundo de fantasía.
La realidad es algo que nos transporta al mundo real.


Los sueños nacen que veamos la vida como algo maravilloso.
La realidad nos muestra la vida desnuda y sin reparo.

Los sueños son globos que nos llevan a lo más alto.
La realidad es un alfiler que hace estallar globos.

Los sueños encienden la luz y nos ciega con luz innovadora.
La realidad es esa bombilla que alumbra de forma paupérrima.

Los sueños abren las puertas a lugares desconocidos.
La realidad es esa llave que cierra la puerta a cosas que no conocemos

Los sueños corren las cortinas y deja entrar la luz del ingenio
La realidad son esas cortinas que nos hacen ver en oscura reflexión

Los sueños son como ese castillo de arena que por fin terminamos.
La realidad es esa marea que rompe nuestro castillo.

Los sueños son ese cielo de color azul celeste.
La realidad es esa nube que encapota el cielo.

Los sueños son de azúcar.
La realidad es de agua.

Los sueños tienen celos de la realidad porque no son más que imaginaciones.
La realidad tiene celos de los sueños, porque estos algún día la sustituirán.

16 nov 2010

Our Heart-4ª Parte



- ¡NO LA TOQUE!- le grité a un hombre cuando vi que se acercaba a ella. Posiblemente no me entendió, pero mi cara de angustia y desesperación lo dijo todo. Me acerqué a ella y estaba inconsciente, no sabía qué hacer, estaba desesperado. Me quedé allí arrodillado, esperando que despertase. El hombre que había intentado ayudarla me dijo que era médico o eso pude entender. Yo asentí ya que no fui capaz de articular palabra alguna, conteniendo las lágrimas mientras no me separaba de ella.

El hombre le tomo el pulso, le limpió la herida de la cabeza e hizo un par de llamadas. En dos minutos entraron por la puerta los paramédicos, que la subieron a una camilla y la metieron en la ambulancia. Me negué a separarme de ella así que no tuvieron más opción que dejarme ir con ella en la ambulancia.
Cuando nos subimos en la ambulancia, los paramédicos empezaron a sacar tubos y utensilios que no tenía ni idea de para que servían. La entubaron y le tomaron una vía. No tenía ni idea de para que hacían todo eso, pero me parecía exagerado para un simple golpe. Cada vez estaba más nervioso, hasta que no me aguanté. No soportaba ver a Estefi así y no poder hacer nada. Una lágrima rodó por mi mejilla

Al fin llegamos al hospital. Sacaron a Estefi de la ambulancia y los seguí. Pero pronto me cortaron el paso al intentar cruzar con ellos la puerta de una pequeña sala. Estefi había cruzado la puerta y yo no sabía nada de ella. Y no me gustaba, apenas podía contener las lágrimas, y me quedé de pie delante de esa puerta, como un ser sin vida esperando que alguien saliese a informarme que pasaba con Estefi por lo que a mí me parecieron horas.

“Yo también quiero que me des un corazón” es lo primero que me dijo cuando nos conocimos  hacía cuatro meses. Todavía recuerdo aquel primer día, aquella mirada que me dejo helado, aquella tez al cálido Sol de finales de Julio. Habíamos coincidido en un viaje a Valencia pero apenas hablamos los dos primeros días. Al tercer día, estaba jugando con el aro del tapón de una botella, he hice un corazón con él, y ella estaba delante, aquella chica que me había impactado desde el primer momento en que la vi, y que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Pero daba igual, ella tampoco sabía mi nombre. No sé lo que estaba pasando por su mente en el momento que me pidió un corazón, pero cogí el aro de plástico y se lo entregué con una sonrisa. Se lo entregué delante de todo el mundo, lo que causó que se ruborizase. Yo no me había dado cuenta de que todos nos estaban mirando, para mí ahora solo existía ella. Aquella chica de nombre desconocido que estaba delante de mí con un pequeño corazón en las manos y la cara ruborizada y su pequeña sonrisa en sus labios.

-¿Alexander?- llamó una voz que me sacó de mis recuerdos. Levanté la cabeza dejando a la vista mi cara demacrada por la tristeza y preocupación.
-¿Sí?- contesté.

-Venía usted con la señorita Estefanía Tranchina ¿Cierto?
- ¡Sí! ¿Qué le pasa, como está? ¿El golpe que se dio fue muy grave?
- El golpe de la cabeza no ha causado daño alguno en la paciente. Pero la causa de su desmayo fue un fallo cardiaco. La paciente presenta una cardiopatía congénita. Actualmente está estable pero no podemos asegurar nada hasta que no terminemos de hacerle las pruebas.

El alma se me cayó a los pies. No era un golpe.  Su corazón fallaba. Las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas mientras volvía a mi asiento, y le imploraba a Dios por el bien de Estefi. Si su corazón fallaba, todo fallaba. ¿Por qué pasaba esto? ¿Por qué justo ahora? No podía imaginar un mundo en el que Estefi no existiese. Yo sin ella no podía vivir. Era parte de mí. Si esa parte de mi moría, yo moriría con ella.

“¿Qué te parece si quedamos un día?”.

“Claro, pasaremos un buen rato”.  Respondí intentado ser casual, pero me moría de ganas de volver a verla. Una semana después de volver de Valencia, quedamos para tomar algo en una cafetería. Aquella tarde estaba preciosa, me enamoró. Todo lo que había sentido, ese cosquilleo, esa sonrisa que hacía sin darme cuenta cada vez que la veía… Todas esas pequeñas cosas de repente tomaron forma y se condensaron en una pequeña palabra de cuatro letras, “Amor”.  Me di cuenta en ese momento de que ella era la mujer de mi vida, y que no iba a dejarla marchar. Por suerte para mí ella tampoco parecía querer hacerlo. Por fin la vida se portaba bien conmigo. Aquella tarde hablamos de cosas triviales: la carrera, los amigos, el viaje, los planes de futuro. Pero, mientras nuestras bocas decían incoherencias, nuestros ojos decían otra cosa. Esos preciosos ojos marrones me consumían el alma, me ahogaba en ellos, parecían decirme “Te amo”. No paraba de mirarle a los ojos mientras mi boca balbuceaba cosas sin sentido, mi cerebro estaba demasiado ocupado en la imagen de aquel ángel que estaba a mi lado como para ocuparse del habla.

Después de salir de aquella cafetería fuimos a un parque. Por el camino encontré una floristería y quería comprar una rosa. Lamentablemente solo tenían lirios. Las rosas se habían agotado. Así que le pedí un lirio a la dependienta y se lo regalé a Estefi.

“¡Los lirios son mis flores favoritas!” dijo abrazándome, tras lo cual se separó rápidamente ruborizada

- Alexander, venga un momento- el doctor había vuelto con noticias después de segundos, minutos u horas, quizás días. No podría decir cuánto tiempo.- Ya tenemos los resultados de las pruebas. Hemos encontrado tejido cardiaco necrosado en la paciente. Esto significa que su corazón se está muriendo. Es decir, poco a poco, el corazón dejará de latir y de bombear sang…

- ¡NO! ¡NO PUEDE SER! ¿NO PUEDEN HACER NADA?- mi cuerpo entero temblaba, no sabía qué hacer. Parecía que era mi corazón el que iba a dejar de latir. No podía ser. Gritaba de dolor y de impotencia. Mi garganta se rasgaba, mientras por mis mejillas rodaban lágrimas-¿NO PUEDEN HACER NADA PARA DETENER LA NECROSIS?
- Lo siento muchísimo. La única opción de salvarla sería realizar un trasplante de miocardio.
- ¿Y A QUÉ ESPERA? ¡HÁGALO!
- Comprendo que es difícil para usted, pero no disponemos de ningún órgano apto para el trasplante. No existe histocompatibilidad entre el donante y la paciente. Sin el trasplante, a la paciente le quedan unas 24 horas de vida

Toda la rabia y los gritos desaparecieron. De repente, empecé a encoger. La habitación se hizo inmensa, el corazón me dejó de latir. Los pulmones dejaron de darme aliento. Mis piernas no me sostuvieron. Caí de rodillas en el suelo. Mis brazos colgaban inertes, era incapaz de moverlos. La cabeza me cayó hacía delante. Los ojos se quedaron mirando al suelo, que parecía alejarse. De repente me encontré rodeado de oscuridad. Intente tomar aliento pero no pude…Las lagrimas rodaron por mis mejillas y el llanto y la tristeza se apoderaron de mi. Mi rostro estaba apagado, con una mueca de dolor y angustia inconsolable…

Después de darle el lirio llegamos al parque. El Sol se estaba poniendo, y nos sentamos en el césped a ver el ocaso. Yo no hacía más que mirarla a ella de reojo, y por lo visto ella a mí también ya que cruzamos más de una mirada, pero ella giraba la cabeza rápidamente y se sonrojaba.

No se cuanto tiempo pasó después de que la oscuridad desapareció, aunque a mí me pareció una eternidad y las lágrimas seguían rodando por mis mejillas… De repente mis piernas me volvieron a responder y me puse de pie. Mi rostro desfigurado por el dolor ahora no mostraba ninguna expresión, y mis ojos antes verdes, ahora estaban apagados y parecían haber tomado una tonalidad gris.

“¿Sabes qué?- le dije- eres una de las personas más especiales que he conocido en mi vida, nunca me había sentido tan…tan… no sé, tan bien en compañía de alguien. En serio. ¡Siempre sabes sacarme una sonrisa!

Avance hacia delante recordando aquella tarde, y entre en la sala donde se encontraba Estefi, apenas pude reconocerla entre tantos tubos y cables que la mantenía con vida. Vi su cara. Y parecía estar plácidamente dormida.  Me acerqué y me senté a su lado, observándola. El sonido del electrocardiógrafo parecía ser cada vez más lento, como si su corazón se estuviese agotando

“Y tú siempre consigues sonrojarme, seguro que estoy roja como un tomate”- respondió avergonzada

Me quedé allí un buen rato. En la mesa de al lado de la cama había un lápiz y un papel. Empecé a escribir y lo deje en la mesilla junto a una pequeña caja:
- Todo saldrá bien, no te preocupes, yo me encargaré personalmente.- le dije mientras le sostenía la mano, aunque sabía que no me escuchaba.

“Estás preciosa…” me acerqué a ella y le dije “Te quiero” Y entonces nos besamos, puse mi mano sobre su cintura y ella las suyas sobre mi cuello. Sus labios… Sus labios eran tan dulces como las nubes blancas de un cielo azul eléctrico. Eran como el agua cristalina de un pequeño arroyo. Eran como un fuego inextinguible. Me quemaban el alma. Eran como una tarde fresca de otoño, refrescaban y revivían mi alma abatida. Hacía que me sintiese vivo de nuevo, hacían que me sintiese débil, hacían que me sintiese atrapado por ellos.
Estefi se separó de mí suavemente, me rozó los labios de nuevo y nos quedamos mirándonos fijamente. Entonces de repente levanto ligeramente su mano y la puso entre nosotros. La manga de su blusa cayó dejando al descubierto una pulsera con un aro de plástico en forma de corazón”

Levanté ligeramente su mano, y descubrí en su muñeca, una pulsera con un aro de plástico en forma de corazón: el corazón que le había regalado, nuestro corazón.

“El corazón que me regalaste” dijo con una sonrisa “nuestro corazón.”
“Nuestro corazón” admití. Levante mi mano y entrelazamos nuestros dedos. Entonces me volvió a besar, en el momento que el Sol terminaba de ponerse.

Le solté la mano. Le besé en la frente. Y me dirigí hacia la puerta. Me di la vuelta para verla por última vez:

-Nuestro corazón….

7 nov 2010

Our Heart-3ª Parte

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- ¡Alex! ¡Vamos!- me dijo Estefi mientras yo trataba de despejarme- ¡Vamos!- Me levanté, cogí las llaves del coche y bajé junto a ella hacia el aparcamiento. Cogimos el coche y estaba lloviendo, aparte de que se había hecho de noche y no se veía mucho. A los pocos minutos de salir ya nos encontrábamos en la carretera secundaria, y de repente vi acercarse hacia nosotros una luz. Escuché un claxon, y dos segundos después un estallido. Lo siguiente que oí fue un pitido agudo en mis oídos, un líquido caliente que descendía por el lateral de mi cabeza y un dolor agudo en mi pierna. La miré y observé que tenía clavado en el muslo una barra de metal.  Reprimí un grito de dolor, y mire hacia Estefi. Desearía no haberlo hecho ya que lo que descubrí me destrozó el alma. Estaba inconsciente y con su cara ensangrentada. Su bella tez ahora estaba salpicada de un líquido escarlata y su brazo no tenía una muy buena posición. Sus piernas estaban prácticamente aplastadas por la carrocería. La llame desesperadamente por su nombre mientras retorcía la pierna, lo que me causaba un dolor terrible, por intentar liberarla del metal.
De pronto abrí los ojos y me encontré tumbado en la cama con el cuerpo lleno de sudor y lagrimas en los ojos. Me levanté rápidamente tropezando con mis propios pies y fui a la habitación de Estefi para comprobar que se encontraba bien. Mi angustia desapareció al comprobar que estaba plácidamente dormida en su cama, con sus sonrosadas mejillas y una leve sonrisa en sus labios. Me quedé observándola un rato. No podía evitar que me hipnotizase de esa forma. Ya ni recordaba esa pesadilla. Al mirarla el mundo se redujo a ella. Tras unos minutos dejé la habitación. Fui al baño y tome una ducha, me afeité y me puse el traje que había traído.  Eran las cuatro de la tarde y había reservado una mesa para las seis en el restaurante más lujoso de la ciudad.
Cuando terminé descubrí que la persona más importante de mi vida seguía plácidamente  durmida en su cama. Me acerqué y le bese en la frente:
- Arriba dormilona- le susurré al oído.
- uhm… Hola- dijo con voz soñolienta, mientras se estiraba para besarme. Le devolví el beso con ternura. Mientras la besaba pase un brazo por debajo de sus hombros y el otro por debajo de las rodillas y la levanté de golpe:
-¡Alex!- exclamó sobresaltada mientras separaba sus labios de los míos.
- ¿Qué?- pregunté con un ceja encarnada y una sonrisa torcida- Era la única forma de levantarte. Se rió y me volvió a besar mientras sus brazos se enredaban en mi cuello, acariciándolo, que hacía que cada fibra de mi cuerpo se estremeciera.
- Princesa- die tras ese largo beso- Prepárate vamos.
- Primero tendrás que bajarme, ¿no?
-Cierto-admití mientras me sonreía. La bajé. Puso sus manos sobre mi pecho y me dijo “Te amo”. Se puso de puntillas y rozó mis labios con los suyos, tras lo cual se fue rápidamente al baño. Yo me quedé paralizado en la habitación y me limité a observar cómo iba casi danzando hacia el cuarto de baño.
Tenía bastante tiempo hasta que Estefi se preparase así que fui a probar aquellos sofás que me habían parecido tan cómodos al entrar. Me senté en uno y vi que había una mesilla con un cubo de Rubik. Hacía tiempo que no veía uno. No tenía nada que hacer, así que lo cogí y me propuse armarlo por una vez en la vida. Solo tardé unos minutos en averiguar la mecánica del rompecabezas y no me costó mucho armarlo. Lo monté y desmonté repetidas veces hasta hacerlo de forma casi automática, hundiéndome en mis pensamientos.
Pero por fin Estefi salió por fin sacándome de ese estupor en el que me encontraba. Aunque me hizo entrar en otro. Lo que vi me trasportó al cielo. Estefi estaba preciosa, radiante, espectacular. No se ha inventado adjetivo alguno que pueda describir a la mujer que tenía ante mis ojos. Llevaba un vestido de noche sencillo, modesto, sin muchas complicaciones. Aquella sencillez que emanaba era lo que la hacía tan especial y hermosa, y hacía que ser una divinidad pareciera fácil.
-Bueno ¿Qué te parece?- dijo con una enorme sonrisa en la cara y flexionando una pierna hacia atrás. Yo sacudí la cabeza y cerré la boca, que había abierto sin darme cuenta.
- No hay palabras para definir lo bella que estás- dije acercándome a ella. La tome por la cintura y la atraje hacia mí. Sus tacones de aguja de 10 cm, la situaban prácticamente a mi altura, cosa que no me gustaba ya que me encantaba que se pusiese de puntillas para besarme. Aún así nos miramos el uno al otro, a la misma altura, y nos fuimos acercando poco a poco, hasta prácticamente estar pegados. Ella levanto su mano y acarició suavemente mi rostro.
-Gracias – dijo con su pequeña sonrisa en los labios- gracias por estar siempre ahí Alex, y por haberme secuestrado- admitió sonronjada.
Bueno- admití con una carcajada-, reconozco que la forma en la que te recogí fue poco ortodoxa…Peor nada de lo que hago lo es.
-En eso tienes razón y por eso te quiero…- y me besó. Le devolví el beso y le trasmití todo el amor que sentía por ella en él. La amaba con todo mi corazón, alma, mente y fuerza. Ella se había convertido en parte de mí. Si ella no existiese yo tampoco podría exisitir.
-Well Princess!- dije separándome suavemente de ella- tenemos una reserva y no quiero perderla.
Estefi soltó un gritito, me volvió a besar y fuimos hacia la puerta. Bajamos hasta el parking y cogimos el coche. Ya era de noche y estaba algo oscuro. Puse la capota porque hacía algo de frío y empezaban a caer unas gotas. A los pocos minutos de salir ya nos encontrábamos en la carretera secundaria hacia nuestro destino. Esto ya lo había vivido y no me gustaba el final así que fui con sumo cuidado,  con el corazón en un puño, esperando no ver una luz dirigiéndose hacia nosotros. El sueño que había tenido había sido tan real y me había asustado de tal manera, que realmente creía que se podía hacer realidad, así que me repetí una y otra vez a mi mismo que solo había sido un sueño. Entonces Estefi me habló con esa preciosa melodía que tiene por voz:
- Alex… ¡Dime que vamos a hacer mañana!- dijo pícaramente con su preciosa sonrisa-. Está claro que si me has hecho vestirme así, y tenemos una reserva, como has dicho antes, vamos a un restaurante o algo así…
- Muy suspicaz- dije entre risas- A ver si eres capaz de adivinar lo que vamos a hacer mañana.
Necesitaba despejar mi mente y llegar lo antes posible al restaurante. Pero su preciosa voz, esa dulzura que emanaba con cada silaba me relajaban y me hacían pensar que todo iba bien. Así que poco a poco me fui relajando.
- Mmm. ¿Qué ponía en la lista de vestuario?- Por la mañana le había dado una lista en la que le decía el tipo de ropa que debía llevar, adecuado a cada actividad que realizásemos, y en la Suite el hotel se habían encargado de llenar el armario con varios modelos de cada tipo de ropa.
- Si no recuerdo mal ponía ropa casual, eso sí, abrigada.
- ¡AAAH!, ¡¿A dónde me vas a llevar mañana?!- me pregunto casi suplicando.
- Surprise baby!- dije con una sonrisa de satisfacción en la cara, mientras ella tenía un gesto de frustración.
Justo en ese momento llegamos al restaurante. Me baje del coche, y fui a abrirle la puerta a Estefi. Le ofrecí mi mano y le ayude a salir. Le facilité mis llaves al aparcacoches y fuimos cogidos del brazo hacia el interior. Al entrar le di mi nombre al amable caballero de la entrada, que nos acompañó hasta nuestra mesa, la número veintitrés. Nos sentamos e hicimos nuestro pedido.
- Alex, ahora vengo voy al servicio.
- No tardes, que ya te estoy echando de menos- admití guiñándole un ojo.
Se sonrojo, me dedico su sonrisa y se dio la vuelta. La observé mientras se alejaba. Yo con mi mano en el bolsillo, jugaba con la pequeña caja en la que se encontraba el anillo. Tenía que hacerlo bien, ya que esta noche no la iba a olvidar nunca.
“Bien los del restaurante no se han olvidado de poner los lirios” pensé. Mientras seguía repasando el guión mental en mi cabeza de lo que iba a ser la noche perfecta escuché el sonido de la porcelana rompiéndose y levanté la cabeza sobresaltado. Busqué el origen del ruido y vi a Estefi tirada en el suelo, con un hilo de sangre descendiendo por su cabeza e inmóvil en el suelo. Corrí hacia ella gritando su nombre y tirando un par de sillas a mi paso. El restaurante que se había quedado en silencio de repente se convirtió en un caos.  

3 nov 2010

Our Heart-2ª Parte

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Entramos a la Suite y Estefi por fin se había callado. Sus frases incoherentes se habían transformado en una sonrisa de oreja a oreja. Parecía una niña tímida a las puertas de Disneyland. Nada más cruzar la puerta soltó el pequeño bolso en una mesilla que había en la entrada y avanzó al ático de 200 metros cuadrados que conformaba la Suite. Pasamos la pequeña entradita, y accedimos a una estancia con dos sofás enormes que parecían bastante cómodos y que Estefi comprobó rápidamente al correr para sentarse en ellos. Tras esa primera estancia, la Suite contaba con dos habitaciones de matrimonio, tres baños, uno de ellos con un gran jacuzzi y una terraza con unas preciosas vistas hacia los Alpes, aparte de dos o tres habitaciones que no estoy muy seguro para que servían. Yo estaba demasiado cansado como para ponerme a descubrirlas, así que fui en busca de mi cama para tumbarme en ella y dormir un par de horas. Estefi seguía danzando por la Suite mientras me dirigía a la cama, así que cuando se cruzó conmigo mientras aún estaba sin palabras, abracé su cintura por detrás, y la acerqué a mí. Le coloqué el pelo detrás de la oreja y le bese en la mejilla.
- ¿Qué te parece?- le susurré al oído.
- Me encanta- susurró mientras giraba sobre si misma para quedarse mirándome a los ojos.
Estábamos a unos escasos cinco centímetros el uno del otro, mientras mis brazos la asían con ternura por su cintura y sus manos jugaban con mi pelo despeinado. Mientras nos encontrábamos así clave mis ojos en los suyos, y me hundí en esos preciosos ojos marrones, mientras ella hacía lo mismo en mis ojos verdes. La distancia entre nosotros se fue reduciendo hasta que sus labios rozaron los míos y nos fusionamos en un beso. Sus labios eran tan dulces como la miel y hacían que me sintiese vivo. La amaba y ella me amaba. Lo veía en cada abrazo, cada beso, cada caricia, cada gesto. Ella estaba hecha para mí. Ella tenía la llave de mi corazón y se había hecho con él, y nada ni nadie cambiarían eso, ni siquiera el tiempo, ni siquiera la muerte.
- Te amo - dijo jugando con un mechón de mi pelo, mientras una de mis manos se deslizaba por su mejilla acariciándola con ternura. Nos quedamos así un momento, enfrascados el uno en el otro, diciéndolo todo con la mirada. 
- Vamos, necesitas descansar- le recordé mientras le volvía a acariciar. Me respondió con un beso y fue al baño a asearse. Le deje intimidad y fui directo a la cama. Necesitaba dormir, aunque me parecía que ya estaba en un sueño. Un sueño del cual no quería despertar. Me acosté sin quitarme la ropa y simplemente cerré los ojos.